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martes, 24 de agosto de 2010

ESTUDIO SOBRE "NADA": RASGOS QUE LA DEFINEN


Carmen Laforet es una excepción en cuanto a la literatura femenina se refiere. En España, la mejor novelista femenina del pasado siglo XIX fue Emilia Pardo Bazán, pero que escribía con mentalidad de hombre. La literatura femenina prácticamente no ha existido en España. Nuestro país se incorporó tardíamente al movimiento emancipador europeo, debido a unas desigualdades intelectuales y sociales de raíces muy consolidadas.
Carmen Laforet es una verdadera novelista femenina. Ello no significa que sea fantasiosa o sentimental, puesto que sus novelas presentan asuntos fuertes, realidades turbias. El rasgo que la define es que detrás de estas realidades está la mirada de la mujer, llena de comprensión y amor hacia los hombres y las cosas.

ÍNDICE:

1. Título
2. Características de la novela
3. Asunto
4. Tema
5. Planos
6. Punto de vista
7. Personajes
8. Estructura
9. Espacios
10. Estilo
11. Conclusión

1. Título

El ambiente existencialista europeo de los años 40, unido a los desastres de nuestra guerra civil hicieron que el título de Nada resultara fascinante (la autora, sin embargo, había declarado que la tituló así porque "a mí me parece nada: porque lo que escribí era nada"). Otros críticos señalan el posible influjo de Dostoyevsky, sobre todo en lo que se refiere a la descomposición psicológica y al desgarramiento emocional del tío Juan (tan pronto apalea a su mujer como se pone a llorar como un niño). Sin embargo, aunque en ella haya rasgos de la literatura rusa, Nada está en la línea del neorrealismo europeo de la posguerra (realismo diferente al del siglo XIX, basado en las descripciones de tipos y ambientes).

2. Características de la novela

Situar los hechos y personajes en un tiempo y en un espacio actuales (Barcelona de la inmediata posguerra) rompe el tabú que impedía abordar la realidad circundante. No comparte con la nueva novela el no ser verdaderamente objetiva y realista, realismo al que se adhirieron los novelistas de posguerra. El realismo de Nada es crudo, pero atemperado por una ternura emocionada. No es, pues, una novela comprometida ni preocupada frente a lo que pretende dar testimonio. Es una obra mitad autobiografía, mitad novelesca. No todo lo que se narra es fruto de una experiencia directa, observada o vivida, sino sacado de libros (la autora tiene 23 años).
El estilo es sencillo, al servicio de lo que se relata (ni preciosista, ni retórica, ni desgarrada).
La forma autobiográfica coincide con La familia de Pascual Duarte, de Cela y responde a un
propósito analítico. Nada es novela triste, desalentadora, de una generación que ha vivido en su
adolescencia los horrores de la guerra. En este aspecto también emparenta con Pascual Duarte
y La colmena, igualmente sombrías y pesimistas. Como La colmena, Nada es una novela de
desilusión, de generación y juventud perdidas frente a la generación de la segunda mitad de siglo.
3. Asunto


La protagonista, Andrea, cuenta su llegada a Barcelona a casa de su abuela materna, en octubre de un año de la inmediata posguerra. Andrea va a Barcelona a estudiar letras en la Universidad.


4. Tema


Un alma, capaz de comprensión y de entusiasmo, lucha por salvarse y salvar a otros de la confusión del vivir, pero el resultado de la lucha es el desencanto. Se ha querido ver en la novela un trasfondo social de la ruina y pesimismo de la posguerra. Pero, sobre todo, es una exposición del proceso de descubrimiento del mundo de una adolescente y su lucha por escapar de él.


5. Planos


La novela presenta dos planos, dos mundos en los que se desarrolla la vida de la protagonista:
a. El mundo interior de la protagonista, sus experiencias íntimas al contacto con el exterior. Es más auténtico y coincide con las vivencias de la autora, quien con 18 años vuelve a Barcelona para estudiar Filosofía y Letras, recién acabada la guerra.
b. Lo constituye la familia de la protagonista, que, al contrario del primero, resulta exagerado, libresco. Es un mundo marginal, compuesto por seres anormales, extravagantes o maniáticos. Un mundo unilateral (cada personaje o grupo tiene su propio mundo: el de los tíos Juan y Román, el de Angustias, el de Gloria...). Esta situación aberrante, más que reflejar la posguerra, resulta más bien romántica porque todo es raro, sorprendente: ambiente extraordinario para seres excepcionales.


6. Punto de vista: Narradora


La narradora es testigo de los hechos. Es una narradora interna (coincide con un personaje, en este caso, la protagonista). No es una narradora definida porque poco se dice de ella (su físico, su vestimenta...), pero ese yo tan poco definido proyecta su mirada en todo lo que le rodea interpretando con extrema sensibilidad cuanto observa. Así que la realidad nos llega transformada por su punto de vista. A veces, su capacidad sensitiva da lugar a una innegable carga poética.
La narración en primera persona hace ver el contraste entre el personaje central y el mundo de los otros: la familia en descomposición y el pequeño mundo bohemio de los estudiantes.




7. Personajes

Sólida caracterización. En los diálogos se desnudan las almas sin necesidad de detallados análisis psicológicos.

Andrea.- Lucha al principio; es espectadora atónita. Después intenta comprender y ayudar. Eso la salva de la mediocridad que la rodea. Es soñadora y de corazón generoso, aunque, a veces, agria e intolerante como los jóvenes. La protagonista, como dice Carmen Martín Gaite, “es una chica rara, infrecuente”, y señala su “hermetismo”, “su ausencia total de coquetería”, “su marginalidad de personaje casi inexistente” y subraya también “la casi total falta de datos acerca de su aspecto físico, de su forma de vestirse o de peinarse”.
Tía Angustias.- Mujer frustrada, autoritaria, de una beatería masoquista y enfermiza. Según ella "en esta casa las mujeres hemos sabido conservar mejor la dignidad".
Tío Juan.- Pintor malogrado. Sufre arrebatos y pega salvajemente a su mujer Gloria. Es un desequilibrado emocional y un muñeco en manos de su hermano Román.
Tío Román.- Músico, intelectual que llega a ejercer cierta atracción en Andrea; trata de seducir a su amiga. Es provocador y morboso, sin embargo, es el único personaje masculino con personalidad en la novela.
Gloria.- Sale de noche a jugar a las cartas para reunir el dinero que no gana Juan. Pobre y simplona, de una frivolidad estúpida, pero tierna, lo que hace que el lector sienta compasión por ella.
Abuela.- Anciana medio inválida. Es débil; trata de mantener la maltrecha paz familiar y se la culpa de la ruina de la familia.
Ena.- Personaje plano (no observamos evolución, ni cambios importantes en su psicología). Idealizada por su madre y por la protagonista.
Pons.- Compañero universitario que la introduce en el mundo de la burguesía. Se deja llevar por las apariencias de los de su clase.
Antonia.- La criada, especie de bruja, que parece disfrutar con los problemas que viven los demás. Enamorada en secreto de Román. ¬

8. Estructura

La novela tiene tres partes y cada una de ellas corresponde a una etapa en el desarrollo de la personalidad de Andrea.
a. Primera parte (cap. 1 a 9):
-De “iniciación” de la muchacha. Desde la llegada de Andrea a Barcelona hasta la marcha de Angustias.
-Vive todas las relaciones de casa.
-Se inicia su relación con el mundo exterior aunque aún no es determinante en su evolución.
b. Segunda parte (cap. 10 a 18):
-A partir del cap. 12, en que Ena conoce a Román, se desarrolla una acción paralela.
-Ruptura o enfriamiento de su amistad con Ena. Andrea entabla relación con otros amigos, pero siente el dolor de la pérdida de su amiga.
-Relaciones de Ena y su madre con Román (se intuyen; no aparecen narradas).
c. Tercera parte (cap. 19 a 25):
-Sigue la acción paralela entre Ena, su madre y Román (Andrea conoce las relaciones de estos personajes).
- Suicidio de Román.
- Reconciliación de las amigas. Su nueva sensibilidad constituye un escape espiritual que se concretará en el escape físico a Madrid.
Andrea ha conseguido una etapa de introspección y comprensión que más tarde le permitirán la reflexión y el análisis de motivos que tomarán la forma de una novela.
El relato es lineal, narrado en primera persona, desde el futuro. El tiempo abarcado es un año (dos comienzos de otoño). La sucesión temporal la irán marcando las referencias a estaciones, meses, fiestas... A veces acumula noches y días en el recuerdo, con el objetivo del autoanálisis.


9. Espacios


a. La casa de la calle de Aribau: Espacio opresivo, decadente y ruinoso (muebles, aire corrompido, arañas...). La visión de la casa contrasta con las ideas que traía la protagonista. Sus impresiones son terroríficas y la describe según estas impresiones. A cada personaje se le relaciona con un espacio (Román, la buhardilla; Angustias, su habitación...). En este espacio vive Andrea su intimidad vigilada, entre gritos y peleas. Sólo puede alejarse de este espacio asfixiante cuando conoce a Ena. Este espacio constituye un mundo cerrado, opuesto al de la Universidad.
La casa de la calle de Aribau –como señala David W. Foster- desempeña un papel sumamente significativo en la estructura de la novela. Varios lectores han notado el aspecto gótico de la casa –aunque la novela dista mucho de los romances góticos del siglo pasado, un subgénero de esta forma de ficción con una orientación temática hacia la Edad Media- y se ha mencionado el parentesco entre la obra de Carmen Laforet y algunos aspectos de Wuthering heights (Cumbres borrascosas) de E. Brontë y The fall of de House of Ushar (La caída de la casa Ushar) de Poe. Las dos obras mencionadas emplean el motivo de la casa en una manera análoga a la de Carmen Laforet, es decir, como un símbolo del alma humana y sus conflictos y como un lienzo para la narración. Es un pequeño mundo donde se ven todos los problemas y todas las tensiones del alma en su lucha.
b. Barcelona: La Estación de Francia es el punto de arranque. Barcelona existe por la presencia del nombre de algunas de sus calles o por las sensaciones que provoca en la narradora. La verá triste desde la ventana del estudio de sus amigos en un atardecer de verano. En la vía Layetana está la casa de Ena, y Andrea mira la fachada del alto edificio en cuyo último piso vive su amiga. Esa calle “tan ancha, grande y nueva”, la lleva a acercarse a la catedral, y al llegar al ábside, se fijará en “el baile de luces que hacían los faroles contra mil rincones, volviéndose románticos y tenebrosos.” El edificio, el espacio, se diluye, se transforma en sensaciones.
La solitaria Andrea recoge las vivencias de los paseos solitarios de su creadora, aunque no sus apuntes. Cuando va al puerto, se ve a sí misma –son ya las páginas finales y empieza a entrar ella misma en su campo de observación- en ese lugar de la ciudad como fondo. A veces los nombres sólo desfilan: las Ramblas, la calle Pelayo, la plaza de la Universidad, etc. Al Tibidabo irá con Ena y desde allí verá el comienzo de la ciudad. Con Gerardo irá Andrea a Montjuïc. El paisaje queda humanizado. La huella de la guerra se incorpora al paisaje, por ejemplo, cuando con Pons va a Santa María del mar y observa los vitrales rotos.
Otros dos lugares de la ciudad tendrán un papel en el relato, dos barrios antitéticos: el Barrio Chino (por donde seguirá a Juan y será espectadora del peligro, el vicio y la miseria), y el de la Bonanova (el barrio alto, el mundo de la riqueza y la burguesía).
Barcelona constituye un espacio abierto en el que la protagonista deambula y aparece en la novela con sus barrios y sus calles. Pero cuando Andrea contempla sus edificios, alza su mirada hacia el cielo, y aquélla se esfuma.
c. La Universidad: Hay referencias mínimas (claustro, puertas, tejas...). Apenas aparece la alusión a profesores, aulas, estudios...


10. Estilo


Su prosa se caracteriza por un lirismo profundo, una lengua sencilla, descripciones breves y concentradas, con cierto expresionismo (exageración tendente a destacar los extremos: o los que le causan repugnancia o los que la liberan; reflejo de los motivos de la miseria humana, no con énfasis pesimista, sino con pequeños y escuetos detalles).
Uno de los méritos incuestionables del libro radica en su estilo. No son obstáculo las graves limitaciones señaladas por Curutchet (desnaturalización del lenguaje, calificativos gratuitos, excesos de pronombres personales de primera persona) y que pueden achacarse a descuidos propios de una primera novela, para advertir en Nada una prosa fresca, viva, directa. Su valor se realza todavía más si se compara con la prosa altisonante de la prensa de la época, de los fatigosos períodos de muchas novelas de los cuarenta, del almibaramiento y florituras generados por Garcilaso, de los regustos clasicistas y estetizantes de los que ni siquiera la otra obra de ruptura más importante de la época, La familia de Pascual Duarte, había podido librarse. Por ello, “venía a romper en la narración en prosa (...) con un ambiente literario, estrecho, timorato, convencional.”
Carmen Laforet hablaba -y esto por una de las primeras veces desde 1939- de una realidad ausente en la temática literaria de la época, realidad llena de miseria y tristeza, y lo hacía con tintas notoriamente fuertes- más destacables si se tiene en cuenta que la autora además de mujer era jovencísima -que permitían adscribirla al fácil marbete de tremendismo que empezó a circular a partir de La familia de Pascual Duarte, para cierta literatura que trataba, sin muchos paliativos, los aspectos menos agradables de la realidad. La suma de todos estos elementos satisfacen la pregunta de Iglesias Laguna: “Todavía no se explica bien la conmoción causada por Nada.” Aun habría que añadir un estilo sobrio y distinto al generalmente utilizado por aquellas calendas.
Como novela, es una historia de acciones, de conflictos y de confrontaciones entre seres descentrados que viven en un mundo completamente anormal. La joven narradora penetra este mundo, representado por la casa Aribau de Barcelona. De escasa madurez y poco conocimiento sobre la vileza del hombre, llega a apreciar las vicisitudes del alma y a conocerse a sí misma durante el año que pasa en ese ambiente, antes de ser llevada por la familia de su amiga a Madrid para completar sus estudios.
Ese yo tan poco marcado aparentemente plasma su subjetividad en toda la obra. La narradora proyecta sobre todo su mirada de dieciocho años. Ese “anegarse en la nada” que intenta plasmar lo inefable de sus sensaciones se destaca como el leit-motiv de su relato y contrasta por su intensidad con su propia respuesta ante la pregunta de Román: “¿Qué te dice la música? (...) Nada, no sé, sólo me gusta.” El nada, en el que insiste, es la vaciedad tópica; todo su contenido está en el interior de sí misma, en su palabra literaria, no es su conversación vital con los demás. La realidad nos llega interpretada, transformada por su punto de vista. Su mirada se detendrá por primera vez minuciosamente en ella misma, surgirá su nombre de su propia boca. “De todas maneras, yo misma, Andrea, estaba viviendo entre las sombras y las pasiones que me rodeaban.” Ésa es realmente la impresión que consigue transmitirnos el relato.


11. Conclusión

Nada es fruto de ese papel de Andrea; y así no es “pequeño” ni “ruín”, porque convirtió en espléndida novela una serie de sensaciones y unas cuantas historias melodramáticas: “una carga de recuerdos”, como ella dice, la mirada de Andrea los transforma en materia novelesca.
La novela, en la que se ha querido ver un trasfondo social de la decadencia moral y de la ruina, del pesimismo y de la desesperación que caracterizan a los años posteriores al fin de la guerra, es sobre todo una exposición del proceso lento y doloroso de la protagonista en su descubrimiento del mundo que la rodea y de su lucha por escapar de él. Nada representa dentro de la obra de Carmen Laforet el inicio de una temática que, con leves matices, proseguirá en la mayor parte de sus siguientes novelas: la angustia de ambientes enrarecidos y desconectados del mundo objetivo. Es también, una de las novelas más significativas e importantes de los años cuarenta y que por manifestar el descontento de una generación, por desahogar el ansia independentista de la mujer española, debe considerarse novela testimonial importante; por sus intuiciones, su exaltación y su buena prosa, figura justamente entre los hallazgos narrativos de la postguerra.
La “vida oscura” de la casa, “cargada de romanticismo” -en palabras de la propia Andrea-, que fluye por sus páginas, los rincones de sombra que quedan en ellas, la independencia de ese ente nuevo novelísticamente que es Andrea, las “impresiones acumuladas en soledad” que Carmen Laforet regala a su ente de ficción... son algunos de los posibles elementos que crean el imperecedero atractivo de Nada.

Página web sobre el libro:
http://www.materialesdelengua.org/LITERATURA/HISTORIA_LITERATURA/LAFORET/index_laforet.htm

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